A la espera de la primavera.

Y darle otra vuelta al mundo. Pero como un pajarillo sin alas.
Como un niño pequeño e inocente que tropieza cinco veces en un mismo parque.

Y darle un vuelco a tu alma.
Con todo aquello que siempre supiste hacer, y de repente, se te olvidó.

Parar. Mirar. Retroceder. Avanzar.
¿Presente? ¿Pasado? ¿Futuro?

Y saber que no estás en ninguno de ellos.
Que te has quedado en las interrogaciones.

Sentirte como una hoja perdida en otoño.
Desprendida de su árbol.
En el suelo tendida, a la espera.

A la espera de su viento,
 a la espera para que la vuelva a poner en movimiento.

Me enamoré de ti, dulce y alocada mariposa.

Por lo que corté tus soñadoras alas,
para que así pudieses quedarte únicamente a mi lado
y ser mía
por siempre.

Un sol eterno.

Me encantaría sentir una puesta de sol, de esas que no terminan nunca.
Sentir como ese último suspiro del día se cala entre mis venas alertándome de que otro día más ha llegado a su fin. Otro día tan vacío como cualquier otro, sin mayor importancia que la de tu propia vida.
¿Quién dijo que lo eterno no existe? Si cualquier momento puede imponerse eterno bajo tu Sol. Esa inmensidad siempre existente que creció contigo. Esa energía que te guía en tus más dudosos sentimientos.
Tu Sol, tu cielo, que, sin importar tu vida, vivirá y existirá eternamente.

...

Qué extraña y desagradable sensación.
Que aún teniéndote, te echo de menos.
Que aún echándote de menos, prefiero evitarte.
Que aún queriendo evitarte, necesito tu amor.
Qué confusa sensación, que no se si acercarme a por tu miel o alejarme de sus avispas.

Un soplido de invierno.

A veces la solución es tan fácil como asomarse a la ventana.
Una ventana que con su luna y sus estrellas de la noche te transporta a otro mundo.

Sientes ese viento que simula el frío del invierno.
De repente es como si todo hubiera vuelto atrás y fuese como antes. Te sientes bien.

¿Volverá todo este año? Lo espero. Pero ahora mismo me conformo con un soplido del viento de mi ventana. Suficiente para asimilar la angustia del interior.

Algo más que un suspiro.

Escuchar un "te amo"

y tardar en contestar lo que dura un suspiro.

Y en esa diminuta fracción de tiempo sentir que ha pasado un pack infinito de sensaciones por tu mente, tu alma y tu corazón.

Un suspiro en el que has sentido tus pensamientos y has pensado tus sentimientos.

En el que has dado un vuelco a tu vida para formar un nuestra vida.

Un suspiro en el que te ha dado tiempo a sentir como las comisuras de tus labios se desplazaban lentamente hasta hacer un surco exacto y perfecto.

Y ese surco es él. La curva exacta y perfecta de mi felicidad.

El malo no es malo por maldad, simplemente no conoce la bondad.

Susúrrale al grito la palabra silencio.
Y donde se encuentre su puño, coloca tus caricias.
Esos labios que escupen insultos, rózalos con tus piropos.
Y a sus ojos que esconden odio, enséñales la paz y armonía que en los tuyos se halla.

Atrévete a mostrarle a Maldad que existe Bondad y que le está esperando dentro de su propio corazón.
Que aún no existe persona en este mundo que prefiera el dolor sabiendo de la existencia del placer.
Que hoy día, hasta la empatía se puede enseñar.
Y a quien no es capaz de sentir pena al ver lágrimas, no le guardo odio ni rencor. 
Que hay quién aún no se ha dado cuenta de que los sentimientos no se eligen.
Que si sientes odio es porque previamente te lo han mostrado.